Entendámonos, cuando digo examen me refiero a las clásicas examinaciones como las entienden los alumnos. Hablo de esa prueba a la que todos temen que se realiza por lo general al final del trimestre y que marca tu nota. Si bien es cierto que normalmente estos exámenes no valen el 100% de la esta, sí que valen un 70% u 80%, cantidad excesiva de la calificación para una prueba completamente inútil.
Todos los estudiantes lo dicen, «tengo un 8, pero al cabo de una semana no me sé absolutamente nada», y lo dicen con toda la razón. La teoría de estos exámenes es buena, los estudiantes van estudiando a lo largo de todo el curso la materia, y al final de la unidad didáctica se realiza una prueba que recoge y evalúa sus conocimientos. Esta teoría es magnífica, pero, desgraciadamente, solo se cumple en una cantidad ínfima de casos, reconozcámoslo, ¿vale? ¿Cuántos alumnos estudian día a día el temario que se va dando? Muy pocos, en una clase, solo suelen haber una o dos personas así. Esas personas sacarán buenas notas, pero, sin embargo, a menos que se den el atracón de estudiar los tres días antes del examen, que es lo que hacen todos, sus notas no serán las mejores.
Introduzcámonos un poco en la ciencia para respaldar mis palabras:
A mediados del siglo pasado se estableció con bastante seguridad que el aprendizaje se daba por la modificación de las conexiones sinápticas entre las neuronas. Para ponerlo sencillo, digamos que en las conexiones de las neuronas se almacenan los recuerdos.